El arquitecto Javier Sánchez Merina, junto con alumnos de arquitectura, había preparado su taller Creando el museo más familiar en colaboración con un Centro de día y voluntarios que sufrían la enfermedad de alzhéimer. Los estudiantes de arquitectura trajeron muebles familiares desde sus casas para transformar el museo y crear “escenarios naturales” donde los participantes podían sentirse como en casa.
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